PALOMA DE PAZ Y AMOR

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sábado, abril 10, 2010

CADENAS DE LA INFANCIA


CADENAS DE LA INFANCIA

Las heridas y dolores que experimentamos en nuestra infancia, no se evaporan por arte de magia cuando llegamos a la edad de adultos. Todas estas heridas rondan en nuestra memoria y dentro de nuestro ser por el resto de nuestra vida. Es podríamos decir, recuerdos que nos acompañan, cadenas atadas a nuestros sentidos hasta que tengamos las fortaleza de romperlas. Romper esas cadenas significa llegar a tener una vida plena, matar el dolor de nuestra infancia.

Cuando se es niño, con frecuencia se tienen experiencias en las que no tenemos conocimiento de lo que sucede y mucho menos manera para enfrentarlas; somos seres indefensos a merced de los adultos. No es frecuente tener la suerte de tener a alguien en nuestro entorno que nos ayude. Nuestro comportamiento pasa a veces desapercibido, o se alude que se trata de berrinches de chiquillos malcriados. Qué equivocación más grande!

Sería maravillosa y menos dolorosa la infancia de muchos niños; si como adultos entendiéramos mejor su mundo, si pusiéramos atención a sus lamentos, si pudiéramos leer en esas caritas tristes y en unos ojos adormecidos por el dolor.

Pasa el tiempo, las heridas de la infancia se van profundizando si no se tiene la oportunidad de enfrentarlas, ya sea por falta de conocimiento o por voluntad propia de no buscar ayuda; como adultos podemos, ---si lo queremos y nos sentimos con fuerza---, tratar de hablar con alguien ya que no solamente tenemos en nuestras manos la llave para abrir el candado que cierra esas cadenas, si no la oportunidad de librarnos de ellas para siempre.

Si desafortunadamente no estuviéramos preparados para abrir el candado; esperemos el momento en que sintamos la necesidad de hacerlo, esperemos sentir el llamado de remontarnos a un viaje hacia esas heridas. Viajar a esas heridas no será tarea fácil, pero podemos empezar con pequeños viajes en que poco a poco iremos dejando en el camino uno a uno los eslabones de una cadena, la atadura que nos ha mantenido presos por mucho tiempo.

Yo hago pequeños viajes cada vez que puedo, a veces pienso que todavía necesito revisar si no me ha quedado algún eslabón en el camino; con sorpresa y para mi tranquilidad encuentro que rompí la cadena y no queda ninguno.

Es un alivio para el cuerpo y el alma, el no arrastrar cadenas de malos momentos, especialmente de nuestra infancia. Es sentirnos libres y vivir de nuevo una vida plena, es congraciarnos con nuestra propia existencia.

Un grano para el molino
BriznaDpaz (Autor) 
Abril 10, 2010


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