Desde niños---desafortunadamente para muchos--- nos han enseñado que para sobresalir en algo o para seguir adelante, es necesario compararse, competir y aprovecharse de los demás; creo que esa practica es muy notoria y conocida en el mundo de la política, como también la vemos en nuestra sociedad y en el seno de la familia. Esas pruebas las vemos cada día a nuestro alrededor y en el mundo entero.
La comparación y la competitividad son formas externas de relacionarnos.
Cuando nos comparamos, nos volvemos celosos/as, nos sentimos mal con nosotros mismos, nos encontramos resentidos y acabamos por querernos menos; acabamos por destrozar sentimientos: los nuestros y los ajenos.
Cuando competimos, tratamos a los demás como objetos, nos hacemos rudos y justificamos nuestra conducta destructiva si es que sentimos la rosquillita de la culpa. Nos volvemos arrogantes y creemos que nosotros tenemos siempre la verdad de nuestro lado.
Cuando nos aprovechamos de los demás, perdemos la oportunidad de relacionarnos, nos convertimos en personas que no queremos ser y, al final salimos perdiendo: nos quedamos solos.
Cualquiera de todos estos comportamientos amenaza nuestra tranquilidad y sobretodo, nos priva de ser felices, de compartir con los demás y de ser respetados y queridos.
Es difícil cambiar cuando esta práctica se nos ha hecho el pan de cada día, sin embargo nunca es tarde para enmendar un asunto tan vital como lo es, nuestro comportamiento y nuestras relaciones con otros.
Un grano para el Molino
BriznaDpaz
La comparación y la competitividad son formas externas de relacionarnos.
Cuando nos comparamos, nos volvemos celosos/as, nos sentimos mal con nosotros mismos, nos encontramos resentidos y acabamos por querernos menos; acabamos por destrozar sentimientos: los nuestros y los ajenos.
Cuando competimos, tratamos a los demás como objetos, nos hacemos rudos y justificamos nuestra conducta destructiva si es que sentimos la rosquillita de la culpa. Nos volvemos arrogantes y creemos que nosotros tenemos siempre la verdad de nuestro lado.
Cuando nos aprovechamos de los demás, perdemos la oportunidad de relacionarnos, nos convertimos en personas que no queremos ser y, al final salimos perdiendo: nos quedamos solos.
Cualquiera de todos estos comportamientos amenaza nuestra tranquilidad y sobretodo, nos priva de ser felices, de compartir con los demás y de ser respetados y queridos.
Es difícil cambiar cuando esta práctica se nos ha hecho el pan de cada día, sin embargo nunca es tarde para enmendar un asunto tan vital como lo es, nuestro comportamiento y nuestras relaciones con otros.
Un grano para el Molino
BriznaDpaz
Enero 26, 2007
No hay comentarios.:
Publicar un comentario